domingo, 29 de junio de 2014

Aprendiendo a confrontar los justos juicios de Dios


LECTURAS
Isaías 2: 10-17
Salmo 89: 1-18
Romanos 6: 3-11
EVANGELIO:  San Mateo 10: 34-42


Nos puede causar temor oir hablar de los Juicios de Dios. Sí..., en plural. Todos hemos oído hablar de un juicio particular (de cada cual) en el momento de la muerte y, por supuesto, todos sabemos de un Juicio Final, cuyo resultado será para toda la eternidad.

Sin embargo, la Biblia y nuestra propia experiencia nos deberían llevar a preocuparnos más de los juicios que Dios lleva a cabo en la historia de cada persona y, por supuesto, en la historia de las naciones.

Dios es soberano (Salmo 89: 11 y 14) y por lo tanto, nada de lo que acontece escapa a su evaluación y a su juicio.

Sobre la forma de juzgar propia de Dios, la Sagrada Escritura siempre enfatiza tres cosas:
- que Dios es un juez justo (incluso temible)
- que es un juez sumamente misericordioso
- que "sus tiempos no son nuestros tiempos" (lo cual a veces puede mover a algunos creyentes superficiales a desesperación).

Las lecturas que hemos compartido nos permiten aprender algunas cosas más acerca de los "justos juicios de Dios".

La primera de ellas (claramente expresada en la lectura de Isaías) es que ningún tipo de soberbia humana puede tener cabida ante Dios: nuestra eventual arrogancia, nuestro hablar despectivo, nuestra prontitud en
"juzgar" ( y condenar....) al prójimo son aniquilados ya en esta vida, por el justo juicio de Dios.

San Pablo, en su Epístola a los Romanos nos avisa, de diversas formas y con diferentes tonos, que todo ser humano se encuentra expuesto a la Ira de Dios y que, por lo tanto, ninguna justicia humana estará nunca en condiciones de poder soportarla. Sólo a través de nuestra vinculación personal con Cristo (por la fe y por el bautismo) podemos esperar un trato benevolente por parte de Dios. De este modo, aunque nuestra conciencia nos acuse de pecados ciertos y reales, la justificación por la fe en Cristo obrará el milagro de hacernos aparecer como "justos" ante los ojos de Dios.

De modo paralelo y finalmente convergente, se operará en nosotros un proceso de santificación, a través del cual el poder del pecado se irá amortiguando, por el predominio de la Gracia de Dios: y aquellos pecados y malos hábitos que parecían insuperables, podrán llegar a ser vencidos.

El Evangelio nos ofrece una panorámica de la Era Cristiana como un tiempo en el que se va llevando a cabo el Juicio de Dios sobre un Mundo Incrédulo, del que muchas veces son parte incluso nuestros propios familiares y parientes y en el que las dos prioridades esenciales para poder "superarlo" serán: mantener la fidelidad a Cristo cueste lo que cueste y no aislarse de la comunidad de los creyentes.

Elaborado por José Luis Mira Conca